sábado, 1 de mayo de 2010

UN CHEKISTA EN LA FERIA DEL LIBRO


Sebastián Fernando Macarro Castillo, alias “Marcos Ana”, es un personaje siniestro al que la izquierda radical quiere recuperar, en ese afán de revivir fantasmas del pasado, como una especie de poeta de la libertad. Lo lamentable es que un diario de tanta solvencia como ABC caiga en el engaño, en el artículo publicado en dicho periódico en su página 72 del sábado 1 de Mayo, se reseña en titulares: “Marcos Ana, preso con Miguel Hernández, en la Feria del Libro” y sigue en subtítulos destacados: “Este poeta de 90 años pasó veintitrés de ellos en las cárceles franquistas, más que ninguna otra persona”. Ya con estos textos no hace falta ni entrar en el grueso del artículo para realizar una serie de puntualizaciones:
1. Si se pretende hacer un paralelismo entre los méritos de la literatura de Ana y de Hernández la cosa es algo más que ridícula.
2. Se citan las “cárceles franquistas”, entonces ahora ¿qué tenemos, cárceles juancarlistas? Las cárceles son españolas.
3. Se dice que este señor estuvo en la cárcel más tiempo que nadie, pero no se citan los motivos, a continuación los detallo:
El llamado “Marcos Ana” durante la Guerra Civil permaneció en retaguardia dedicado a la represión de civiles, pertenecía a la cheka llamada “Basilio Yebra” de la calle Ánimas, nº 1 de Alcalá de Henares. Siendo miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas, bajo la tutela de Santiago Carrillo. Fue encarcelado tras ser condenado por, al menos, tres crímenes probados de civiles indefensos (Causa General, 1941), entre ellos un joven sacerdote y su padre, entre otros incautos que, bajo pretexto de prestar declaración, eran arrestados y asesinados con un tiro en la nuca. Represión que se llevó a cabo en Alcalá de Henares, ver listado de asesinados en: http://www.plataforma2003.org/memoriahistorica/marcos_ana.htm (FC_CAUSA GENERAL, 1533, exp. 41), lucrándose además con el saqueo de las casas de los asesinados.
“Marcos Ana” se libró de la pena de muerte por tener entonces 19 años de edad, cuando la mayoría era a los 21, a pesar de todo fue puesto en libertad, tras un indulto, en 1961, en plena dictadura, por cierto, él se ha expresado en contra de la ley de amnistía de 1977.
Bien está que, en aras de la reconciliación y, habiendo cumplido la condena impuesta, el señor Macarro Castillo goce de sus derechos como ciudadano, pero, por favor, considerarlo un “luchador de la libertad” es una amarga ironía que hará revolverse en la tumba a las víctimas de aquellos asesinatos.

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