domingo, 10 de julio de 2011

La economía fingida, la economía irreal

Diario de Sevilla, 10 de julio de 2011 León/Lasa
HASTA hace relativamente poco tiempo -y algunos ya peinamos canas- la base económica de un país, su sostén productivo, se apoyaba fundamentalmente en aquello que se denominaba en las clases de Economía como los sectores primarios y secundarios: agricultura e industria. Fabricábamos coches o tuberías, cosechábamos trigo o maíz. Y los vendíamos, dentro o fuera de nuestras fronteras. Eso, lo tangible, está pasando a la historia. Últimamente me ha dado -otra manía más- por escudriñar en todo aquello que compro, ya sean camisas, zapatillas de deporte, radios o televisores, su origen, el made in. Ni por casualidad encuentro un made in Spain. Porque, según se nos dice, hemos pasado a ser una economía de servicios, que es lo cool. Total, que fabriquen ellos mientras nosotros nos dedicamos a consumir y a especular. O así ha sido hasta hace poco. Porque de la noche a la mañana, de forma abrupta, allá por 2007, en algún momento despertamos de este sueño. Y la realidad con la que nos topamos es bien sencilla: hemos vivido durante años (el Estado, pero sobre todo las familias) por encima de nuestras posibilidades; estamos endeudados hasta las cejas; no somos competitivos en casi nada (salvo en sol y playa); y no volveremos a ver otro boom inmobiliario... Nos quedan años de sufrimiento y de purgar los excesos con una resaca tremenda. En mayor o menor medida todos hemos participado en este desmadre.

Todo esto -con un prosa que huye del alarde inútil y que se esfuerza por explicar con claridad asuntos que algunos se empeñan en convertir en oscuros- se expone en el libro La Economía Fingida, recientemente editado por Paréntesis y cuyo autor, José Manuel Cansino, es profesor de la materia en la Universidad de Sevilla. El subtítulo de la obra -Cómo hemos llegado a esta crisis y pistas para salir de ella- nos indica cuál es el propósito de la misma. En ella se nos intenta aclarar por qué se desató el tsunami financiero cuando nadie fue capaz de predecirlo; en qué consiste una calificación AAA; qué significado tiene el acrónimo MBS (mortgage backet security); o qué eran las hipotecas ninja. Para mí, el capítulo más interesante quizá sea el que trata del traslado de la crisis financiera a la economía llamada real y que resume en pocas líneas que, al final, no se puede vender humo eternamente, ni tampoco tulipanes holandeses. No sé si las lecciones del libro (y las de la vida real) nos servirán para el futuro. Pero me conformaría con que fuéramos capaces de asumir que no se puede gastar indefinidamente más de lo que se ingresa, y que toda economía fingida o evanescente, sin base, termina derrumbándose más pronto que tarde.

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