sábado, 8 de septiembre de 2012

La movida sigue menguando


BONEZZI, IN MEMORIAM
                                                                                                                      A. Brea

Me pide mi amigo Javier Compás que dedique unas líneas en La Clave Cultural a la prematura desaparición del prolífico compositor  Bernardo Bonezzi. Petición que me pone en un pequeño brete, puesto que Bonezzi jamás ha formado parte de mi particular Olimpo musical, contrariamente a lo que el presidente de la asociación que promueve este blog haya podido suponer por causa de un breve panegírico fúnebre que publiqué en una red social, a las pocas horas del anuncio de la defunción del conocido músico. En realidad, si algo me condujo a ello fue la conmoción producida por la muerte de una popular figura de mi generación, la nacida en los años sesenta del pasado siglo, que ha dejado de ser joven para adentrarse en las tranquilas aguas de la madurez.
A diferencia de otros artistas de su época, recientemente desaparecidos, como Enrique Urquijo o Antonio Vega, la falta de carisma y dotes vocales de Bonezzi le impidieron hacer grandes aportaciones a la historia del Pop hispano. Con una notable excepción, la simpática Groenlandia, canción imprescindible en innumerables fiestas, que lanzara hace más de treinta años al frente de su grupo Los Zombies, coincidente en nombre con una de las mejores bandas del beat británico de los Sesenta. Precisamente fue la nostalgia de los Sesenta, mezclada con la provocación post-punk y una cierta reivindicación gay, una de las características de aquella Movida -versión española de la New Wave anglosajona- en la que Bernardo Bonezzi participó activamente, antes de aprovechar sus indiscutibles habilidades musicales para desarrollar una notable carrera como autor de bandas sonoras de películas y series de televisión.
Como colofón a su trayectoria vital, la coincidencia de su muerte con la de Carlos Larrañaga, protagonista de Farmacia de Guardia, el serial televisivo más popular entre aquellos a los que Bonezzi prestó su música, fue un curioso guiño del destino que reforzó, de forma recíproca, el impacto mediático de dos noticias que nos recordaron, tristemente, la fugacidad de nuestra propia existencia.

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