sábado, 15 de junio de 2013

¡Amigos de la poesía!: a propósito de un libro de A.Imatz sobre Donoso Cortés (Guillaume de Tanoüarn en tradiciondigital.es)

(Reproducimos este artículo que nos hace llegar directamente el escritor Arnaud Imatz por su indudable interés dentro del debate cultural y de las ideas favorable para nuestros propósitos de animar el contexto socio cultural en el que nos movemos.)



Admito que encuentro un poco tensos algunos de los comentarios [escritos en el Blog en los últimos días] (¡oh, no todos!), vengativos (pero de qué venganza hablamos?). Así que esta noche hago una llamada a los amigos de la poesía, citando a un gran pensador desconocido que no es un poeta, pero al que las ediciones du Cerf ha dedicado un precioso libro titulado Théologie de l’histoire et crise de civilisation (Teología de la historia y crisis de civilización). ¡Se hace la boca agua! Resumo: Dios y la crisis. ¡Esa es una buena cuestión! ¿Qué más decir? Me sumergí esta mañana en el prefacio emocionante de Arnaud Imatz … Sí el autor presentado por Arnaud Imatz es español pero no, en esta ocasión no es una cuestión de Falange o falangistas [*]. Se trata de un autor del siglo XIX, un pensamiento tan celestial que nuestro tiempo lo ha puesto en el infierno de sus bibliotecas… Se trata de Donoso Cortés.
De este conservador, Imatz nos dice, que no era un carlista, a pesar de su reputación de tradicionalista. En el conflicto dinástico que costó tanta sangre española, él estaba por la legitimidad representada por María Cristina y su hija Isabel…Siguió una brillante carrera diplomática distinguido (embajador español en Francia) y política. Su obra de filósofo político y cristiano tiene una agudeza particular.
Pero antes de saber si esa agudeza nos puede servir en la crisis política en la que estamos, me gustaría justificar mi título: ¡Amigos de la poesía! He aquí una formulación de Donoso, tomada delDiscurso sobre la Biblia, que en particular me llamó la atención:
«Tres sentimientos hay en el hombre poéticos por excelencia: el amor a Dios, el amor a la mujer y el amor a la patria; el sentimiento religioso, el humano y el político; por eso, allí donde es oscura la noticia de Dios, donde se cubre con un velo el rostro de la mujer y donde son cautivas o siervas las naciones, la poesía es a manera de llama que, falta de alimentos, se consume y desfallece».
Esta idea de que hay que reunir los tres amores en una inteligencia (muy por encima de la razón “esta pequeña cosa en la superficie de nosotros mismos”, como dijo Barres) parece extraordinariamente fructífera. ¿Usted ya tuvo, que esa idea? No. Creo que el drama histórico del racionalismo que hemos heredado del siglo XVIII, es que por alejarnos de toda comprensión de Dios nos cortó cualquier entendimiento de la vida y, por lo tanto, del amor y de la política. En vez de amor, estamos contentos de optimizar la elección de pareja; y en cuanto a la política, gestionamos las necesidades de un animal político en una negociación constante del mal menor. No hay ni amor ni política real (política del pueblo y para el pueblo) allí donde no hay ni Dios ni religión. ¿Qué falta? La fe. Fe en Dios, fe en los otros, fe en el futuro del pueblo al que se pertenece (fe en nuestro propio futuro). Esta fe que viene de una comprensión de la vida se puede llamar poesía(como se hace aquí, Donoso Cortés) en la medida en que procede de una visión de conjunto, de una perspectiva global, de un juicio más que de una aprehensión (de la mente intuitiva más que del espíritu de la geometría como diría Pascal). Recuerdo la idea de que el velo de las mujeres es el acto concreto más antipoético ya que así se cubre cualquier representatividad de las mujeres en la vida humana.
Deseo llamar la atención hacia una segunda formulación que procede del famoso Discurso sobre la dictadura de Donoso, un discurso en el que Carl Schmitt vio una de las alturas de la retórica de la cultura humana. Aquí está el extracto:
«Señores, no hay más que dos represiones posibles, una interior y otra exterior; la religiosa y la política. Estas son de tal naturaleza, que cuando el termómetro religioso está subido, el termómetro de la represión política está bajo; y cuando el termómetro religioso está bajo, el termómetro político, la represión política, la tiranía está alta. Esta es una ley de la humanidad, una ley de la historia»
¿Conocéis mejor crítica del secularismo? Yo no. Sin embargo, ese texto requiere que seamos capaces de hacer un esfuerzo de imaginación. Tenemos que pensar con Donoso, en 1849, como si el sistema republicano [francés] no hubiera existido nunca.
Es muy cierto, ya que, en el sistema secular diseñada por Jean Jacques Rousseau, no tomamos en cuenta la interioridad humana, por lo que es necesario considerar una restricción externa permanente. En su sistema de poder, la vida interior de las personas es ignorada, se ignoran las motivaciones intelectuales de las decisiones. Sólo queda la presunta unanimidad de los ciudadanos (el contrato social) necesariamente más fuerte que todas las minorías que puedan surgir en contra de ella, y también más fuerte (en nombre de las instituciones republicanas) que cualquier mayoría (no republicana) de ciudadanos. Si la República inventada por Rousseau se defiende tan bien, es porque jamás tiene ni puede tener un estado de alma y  el cálculo político de las fuerzas está siempre a su favor, la unanimidad (presunta) vale más que todos los demás grupos políticos organizados en el país.
Uno se puede preguntar por otra parte (con Tocqueville, por ejemplo) si el sistema de control tremendamente eficaz que se llama República (y no “democracia”, adviértase) no es sino la reanudación del sistema borbónico inventado por Luis XIV y llamado “derecho divino”. El trabajo de los revolucionarios del 89 habría sido simplemente para explicar al rey (Luis XVI en este caso) que lejos de representar a la nación -como su bisabuelo había enseñado a sus descendientes, después de convencer a su pueblo- el rey era responsable ante la nación. Desde 1789, el derecho divino no está en él, sino en quienes (en 1793 y 94), practicarán violencias tranquilamente endosadas por el derecho divino de la República (que también se llama laicismo de finales del siglo XIX). Esta es probablemente la razón por la que Charles Péguy habla de “la República, nuestro hermoso reino de Francia”. Él fue el primero en sucumbir a la tentación de todos los jacobinos blancos… con Jacques Bainville tal vez.
Este es el sistema que nos impide ser sensible a lo que Donoso Cortés escribió en… 1849, en momentos en que la Segunda República, [una especie de populismo místico en el que el poeta Lamartine quería ser el sumo sacerdote (e incluso el futuro presidente)], aún no había vuelto a descubrir el sistema de Rousseau, que no faltará en la tercera, desde 1876, al final de la “República de los duques”. Los republicanos en el exilio durante el Segundo Imperio, entendieron muy bien el fracaso de 1848: sin república, sin absolutismo republicano, sin contrato social, nunca habrá democracia en Francia; todas las democracias francesas (No, Sr. Giscard d’ Estaing) son utopías sin mañana. La democracia necesita las cadenas del absolutismo para instalarse. Ella tiene necesidad de entrar en guerra con la religión para demostrar su derecho divino. Francia, después de dos siglos, es esencialmente republicana, como lo remarca Donoso Cortés, el francófilo, el terriblemente sagaz Donoso Cortés. Es el único sistema que funciona. ¿Contra nosotros, los cristianos? Esto es lo que aprendemos de la historia del siglo XVIII hasta el siglo XX: de las masacres de septiembre a los Inventarios o Affaire des fiches [* *].
Nota del Traductor:
[*] Arnaud Imatz es autor de un libro de gran difusión en Francia y España: José Antonio, entre odio y amor.
[* *] Escándalo que afectó al primer ministro Combes. En el otoño de 1904 había salido a la luz pública que las logias masónicas pasaban informes sobre las opiniones políticas y la vida privada de los oficiales al ministro de la guerra, el también laicista Louis André, que los utilizaba para determinar las promociones. También se conoce la existencia de una vasta red de informes dirigidos a “republicanizar” las administraciones.



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