jueves, 6 de junio de 2013

Ignacio Agustí también sufrió el acoso de los nacionalistas catalanes


 

 31 may 2013
  • ABC (Barcelona)
  • MIQUEL PORTA PERALES

IGNACIO AGUSTÍ

Agustí tropezó en 1966 con el nacionalismo. Antes, había tenido problemas con Òmnium Cultural, las Joventuts Nacionalistes y
el Front Nacional

CONFORME leía la excelente biografía de Ignacio Agustí que firma Sergi Doria (Ignacio Agustí, el árbol y la ceniza, Destino), la sensación de déjà vu se incrementaba El biógrafo habla de un personaje del cual se cumple ahora el centenario de su nacimiento. Pero, ¡caramba!, también nos habla de nuestro presente inmediato. Digo bien: inmediato. Vaya, de hoy mismo. Tomen nota del episodio que a continuación se relata.
Resulta que en el año 1966, a raíz de la manifestación de sacerdotes frente a la Jefatura Superior de Policía de Barcelona, Ignacio Agustí, a la sazón director del diario Tele/eXprés, escribió un artículo crítico con los manifestantes. ¿Qué reacción provocó? La progresía barcelonesa y el nacionalismo incipiente reaccionaron todos a una y, como señala Sergi Doria, «metieron definitivamente a su autor en el búnker franquista».
En la fachada del diario, aparecieron pintadas: ¡Fascismo no! ¡Democracia! Los panfletos que se repartieron hablaban de «renegado», de «colaboracionismo» y del «entusiasmo enfermizo del delator». La consigna: «No compréis Tele/eXprés. No os anunciéis en Tele/eXprés. Negad vuestros favores a quienes se anuncian en Tele/eXprés».
Finalmente, Ignacio Agustí salió del diario para no volver. Hay que añadir que esa no fue la primera vez que Ignacio Agustí tropezó con el nacionalismo. Antes, había tenido problemas con Òmnium Cultural, las Joventuts Nacionalistes y el Front Nacional. Fue acusado de «botifler», se boicoteó la librería que regentaba y se pidió su cese de la presidencia del Ateneo.
Se dirá que aquellos eran otros tiempos. De acuerdo. Se dirá que Ignacio Agustí –de hecho, un liberal de talante conservador- mantuvo una relación vacilante con la dictadura. De acuerdo. Pero, más allá de ello, no es de recibo la teoría y la práctica inquisitorial de sus críticos. Y uno se pregunta si ahora no estamos en una situación más o menos parecida. Quizá habría que aprender la lección y no ofender a quienes se ofenden cuando son criticados.

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